21 de octubre 2022
LA TRINITARIA, CHIAPAS, 22OCTUBRE2022.- Después de que se denunciara por parte del gobierno estadounidense que en Guatemala se orquestaba un levantamiento comunista por el gobierno de Jocobo Árbenz, quien fuera de los primeros presidentes elegidos en una democracia popular y este apoyara en su mandato los cambios a la reforma agraria que favorecían a los campesinos y no a las empresas extranjeras que operaban en el país en ese entonces, una guerra que duró más de treinta años daba inicio. En la década de los sesenta se escuchaba de la presencia del Ejército Guerrillero de los Pobres, uno de los grupos que Diego y su padre recuerdan con afecto cuando cuentan su historia. Don Sebastian, padre de Diego salió de Guatemala junto con su familia en el año de 1982, buscando refugio para su familia en México. Decidieron dejar su casa cuando el ejército guatemalteco a cargo del presidente en turno Manuel Ríos Montt entró a las comunidades y masacraron gente indigena, principalmente en la región de Quiché y Huehuetenango, de donde la familia es originaria. En uno de sus relatos, Sebastian describe cómo los metían en las iglesias y ahí los asesinaban en grupos grandes. En el camino se encontraban con cientos de guatemaltecos que también huían de la guerra y en Chiapas se encontraron con compatriotas que se refugiaban en diferentes puntos del estado mexicano. En varias ocasiones se tuvieron que volver a desplazar debido a que el ejército de Rios Montt los hostigaba, al paso de los meses y años, la familia de Diego y muchas más tuvieron que abandonar los lugares para encontrarse más seguros. La diócesis de San Cristóbal de las Casas fue quien les ayudó primero a estas familias, compraron unos terrenos que fueron los primeros cinco campamentos para refugiados guatemaltecos. Tiempo después, la ACNUR y el gobierno mexicano ofrecieron ayuda humanitaria para las miles de personas que se encontraban en Chiapas. Cuarenta años después de dejar Guatemala, Diego y Elsa viven en una pequeña comunidad con 228 refugiados más de aquella época, tienen dos hijos, el mayor ahora se encuentra estudiando su doctorado y la hija menor es maestra de educación primaria en el estado. Para las elecciones, menciona Diego “sí son mexicanos” y tiene una identificación que les permite emitir su voto, pero para otras cosas, siguen siendo guatemaltecos. Tal es el caso de los programas sociales para el campo, en donde necesitan un acta de nacimiento nacional y la escuela a pesar de tener maestros de la Secretaría de Educación Pública no es apta, según el gobierno, para mejoras como canchas deportivas o mobiliario ya que la edificación en su momento fue construida por ACNUR. FOTO: ISABEL MATEOS/CUARTOSCURO.COM
Autor: Isabel Mateos Hinojosa
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