• miércoles, 15 de enero de 2025

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CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- La posada está por empezar. Los vecinos, abrigados con suéteres y chamarras para mitigar el frío de las noches decembrinas, se reunen con algunas velas prendidas frente a los “cerritos”, altares que simulan el cerro del Tepeyac, adornados con flores arriba de los cuales está colocada la figura de la Virgen de Guadalupe, a quien los congregados rezan antes de iniciar el recorrido. Los niños soplan los silbatos, es momento de salir. Los vecinos parten junto con Maricela y Adriana Pérez, anfitriones del festejo que desde hace más de diez años viven en la colonia Barrio San Ignacio, en Iztapalapa. Los más pequeños cargan a los peregrinos y la multitud inicia el recorrido entre mototaxis, bicicletas y carros, por las calles de la alcaldía. Una vez terminado el recorrido, después de entonar al unísono el canto tradicional "ora pro nobis" y de haber hecho un último rezo frente al “cerrito” de la calle, la familia Pérez, que albergó su octava posada consecutiva, se encarga de repartir tortas de jamón y ponche a los asistentes. Ya con menos frío y las energías renovadas tras la ingesta de alimentos, los pequeños y los no tan pequeños hacen fila para partir las piñatas, que fueron donadas por la comunidad circundante. Mientras los asistentes forman un semicírculo, el eco del “dale, dale dale, no pierdas el tino” resuena en la calle General Anaya. La piñata comienza a romperse, los dulces caen al suelo junto con una que otra fruta. Cuando el último dulce de la sexta piñata es resguardado por algún niño empecinado en recolectar hasta la más diminuta golosina, la posada termina. Mientras caminan a casa los pequeños presumen el botín momentáneo que tendrán que reabastecer con otra piñata en la siguiente posada. FOTO: ROGELIO MORALES /CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- El Hospital Veterinario de Iztapalapa, ubicado a un costado del Parque Cuitláhuac, que mantienen en resguardo y con posibilidad de adopción a nueve de los 12 perros peregrinos rescatados los pasados días 10, 11 y 12 de diciembre en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe. Al pasar de los años este fenómeno ha ido en aumento en que los grandes grupos abandonan a sus animales de compañía durante su visita al santuario del Cerro del Tepeyac, o bien, se les extravían durante el trayecto. Este fue el primer año en que se realizó este operativo de rescate por parte de la Agencia de Atención Animal de la Ciudad de México (AGATAN), la Brigada de Vigilancia Animal de la SSC, así como autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero a fin de velar por la protección de los animales y brindarles la oportunidad de tener un nuevo hogar. El Centro de Salud ha contribuido con la alimentación y esterilización de los “lomitos” sin embargo se ven un poco rebasados por el espacio, por lo que hacen un llamado a la ciudadanía en un horario de 11:00-16:00 hrs como voluntarios para el paseo de los caninos y en caso de desear adoptarlos deberán llenar el formulario en la página de AGATAN y esperar ser candidatos para las entrevistas. En la imagen, Natalia Portillo convive con los perritos peregrinos “Cali” y Tamarindo en las inmediaciones del Hospital Veterinario Iztapalapa. FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- El Hospital Veterinario de Iztapalapa, ubicado a un costado del Parque Cuitláhuac, que mantienen en resguardo y con posibilidad de adopción a nueve de los 12 perros peregrinos rescatados los pasados días 10, 11 y 12 de diciembre en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe. Al pasar de los años este fenómeno ha ido en aumento en que los grandes grupos abandonan a sus animales de compañía durante su visita al santuario del Cerro del Tepeyac, o bien, se les extravían durante el trayecto. Este fue el primer año en que se realizó este operativo de rescate por parte de la Agencia de Atención Animal de la Ciudad de México (AGATAN), la Brigada de Vigilancia Animal de la SSC, así como autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero a fin de velar por la protección de los animales y brindarles la oportunidad de tener un nuevo hogar. El Centro de Salud ha contribuido con la alimentación y esterilización de los “lomitos” sin embargo se ven un poco rebasados por el espacio, por lo que hacen un llamado a la ciudadanía en un horario de 11:00-16:00 hrs como voluntarios para el paseo de los caninos y en caso de desear adoptarlos deberán llenar el formulario en la página de AGATAN y esperar ser candidatos para las entrevistas. En la imagen, el perrito peregrino “Cacahuate” es acariciado por una de las administrativas del Hospital Veterinario Iztapalapa. FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- El Hospital Veterinario de Iztapalapa, ubicado a un costado del Parque Cuitláhuac, que mantienen en resguardo y con posibilidad de adopción a nueve de los 12 perros peregrinos rescatados los pasados días 10, 11 y 12 de diciembre en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe. Al pasar de los años este fenómeno ha ido en aumento en que los grandes grupos abandonan a sus animales de compañía durante su visita al santuario del Cerro del Tepeyac, o bien, se les extravían durante el trayecto. Este fue el primer año en que se realizó este operativo de rescate por parte de la Agencia de Atención Animal de la Ciudad de México (AGATAN), la Brigada de Vigilancia Animal de la SSC, así como autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero a fin de velar por la protección de los animales y brindarles la oportunidad de tener un nuevo hogar. El Centro de Salud ha contribuido con la alimentación y esterilización de los “lomitos” sin embargo se ven un poco rebasados por el espacio, por lo que hacen un llamado a la ciudadanía en un horario de 11:00-16:00 hrs como voluntarios para el paseo de los caninos y en caso de desear adoptarlos deberán llenar el formulario en la página de AGATAN y esperar ser candidatos para las entrevistas. En la imagen, Natalia Portillo pasea con el perrito peregrino “Chueco” en el Hospital Veterinario de Iztapalapa. FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- El Hospital Veterinario de Iztapalapa, ubicado a un costado del Parque Cuitláhuac, que mantienen en resguardo y con posibilidad de adopción a nueve de los 12 perros peregrinos rescatados los pasados días 10, 11 y 12 de diciembre en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe. Al pasar de los años este fenómeno ha ido en aumento en que los grandes grupos abandonan a sus animales de compañía durante su visita al santuario del Cerro del Tepeyac, o bien, se les extravían durante el trayecto. Este fue el primer año en que se realizó este operativo de rescate por parte de la Agencia de Atención Animal de la Ciudad de México (AGATAN), la Brigada de Vigilancia Animal de la SSC, así como autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero a fin de velar por la protección de los animales y brindarles la oportunidad de tener un nuevo hogar. El Centro de Salud ha contribuido con la alimentación y esterilización de los “lomitos” sin embargo se ven un poco rebasados por el espacio, por lo que hacen un llamado a la ciudadanía en un horario de 11:00-16:00 hrs como voluntarios para el paseo de los caninos y en caso de desear adoptarlos deberán llenar el formulario en la página de AGATAN y esperar ser candidatos para las entrevistas. En la imagen, Natalia Portillo y Mariana Ordaz conviven con los perritos peregrinos “Cali”, “Belico” y “Chueco” en el Hospital Veterinario Iztapalapa. FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- El Hospital Veterinario de Iztapalapa, ubicado a un costado del Parque Cuitláhuac, que mantienen en resguardo y con posibilidad de adopción a nueve de los 12 perros peregrinos rescatados los pasados días 10, 11 y 12 de diciembre en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe. Al pasar de los años este fenómeno ha ido en aumento en que los grandes grupos abandonan a sus animales de compañía durante su visita al santuario del Cerro del Tepeyac, o bien, se les extravían durante el trayecto. Este fue el primer año en que se realizó este operativo de rescate por parte de la Agencia de Atención Animal de la Ciudad de México (AGATAN), la Brigada de Vigilancia Animal de la SSC, así como autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero a fin de velar por la protección de los animales y brindarles la oportunidad de tener un nuevo hogar. El Centro de Salud ha contribuido con la alimentación y esterilización de los “lomitos” sin embargo se ven un poco rebasados por el espacio, por lo que hacen un llamado a la ciudadanía en un horario de 11:00-16:00 hrs como voluntarios para el paseo de los caninos y en caso de desear adoptarlos deberán llenar el formulario en la página de AGATAN y esperar ser candidatos para las entrevistas. En la imagen, los perritos peregrinos “Chueco” y “Bélico” posan frente a la cámara en espera de ser adoptados. FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

CIUDAD DE MÉXICO, 23DICIEMBRE2024.- El Hospital Veterinario de Iztapalapa, ubicado a un costado del Parque Cuitláhuac, que mantienen en resguardo y con posibilidad de adopción a nueve de los 12 perros peregrinos rescatados los pasados días 10, 11 y 12 de diciembre en las inmediaciones de la Basílica de Guadalupe. Al pasar de los años este fenómeno ha ido en aumento en que los grandes grupos abandonan a sus animales de compañía durante su visita al santuario del Cerro del Tepeyac, o bien, se les extravían durante el trayecto. Este fue el primer año en que se realizó este operativo de rescate por parte de la Agencia de Atención Animal de la Ciudad de México (AGATAN), la Brigada de Vigilancia Animal de la SSC, así como autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero a fin de velar por la protección de los animales y brindarles la oportunidad de tener un nuevo hogar. .El Centro de Salud ha contribuido con la alimentación y esterilización de los “lomitos” sin embargo se ven un poco rebasados por el espacio, por lo que hacen un llamado a la ciudadanía en un horario de 11:00-16:00 hrs como voluntarios para el paseo de los caninos y en caso de desear adoptarlos deberán llenar el formulario en la página de AGATAN y esperar ser candidatos para las entrevistas. En la imagen, el perrito peregrino Cali observa por una de las ventanas de la oficina en la que duerme del Hospital Veterinario Iztapalapa. FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Este es el caso de Álvaro Vázquez quien aprendió de su padre el oficio y ya acumula 40 años de experiencia en la elaboración de moleras, arroceras y figuras de barro de todas formas y tamaños. En la imagen, el maestro alfarero Álvaro Vázquez colocar las llamadas “orejas” de las ollas moleras que se encuentran secando en su taller. 
FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Este es el caso de Álvaro Vázquez quien aprendió de su padre el oficio y ya acumula 40 años de experiencia en la elaboración de moleras, arroceras y figuras de barro de todas formas y tamaños. En la imagen, el maestro alfarero Álvaro Vázquez modela barro para colocar las llamadas “orejas” de las ollas moleras. 
FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Este es el caso de Álvaro Vázquez quien aprendió de su padre el oficio y ya acumula 40 años de experiencia en la elaboración de moleras, arroceras y figuras de barro de todas formas y tamaños. En la imagen, el maestro alfarero Álvaro Vázquez aplana lija el barro que dará vida a una olla molera de gran tamaño. 
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LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Este es el caso de Álvaro Vázquez quien aprendió de su padre el oficio y ya acumula 40 años de experiencia en la elaboración de moleras, arroceras y figuras de barro de todas formas y tamaños. En la imagen, el maestro alfarero Álvaro Vázquez aplana el barro que dará vida a una olla molera de gran tamaño. 
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LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Este es el caso de Álvaro Vázquez quien aprendió de su padre el oficio y ya acumula 40 años de experiencia en la elaboración de moleras, arroceras y figuras de barro de todas formas y tamaños. En la imagen, su sobrino Alexis y el maestro Álvaro Vázquez colocan el molde de una olla molera para aplanar y quitar el exceso de barro a la intemperie.
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LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Este es el caso de Álvaro Vázquez quien aprendió de su padre el oficio y ya acumula 40 años de experiencia en la elaboración de moleras, arroceras y figuras de barro de todas formas y tamaños. En la imagen, su sobrino Alexis aplana el barro que será modelado para una olla molera de gran tamaño. 
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LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Sin embargo, esta práctica ha acarreado daños a la salud como enfermedades degenerativas y cantidades altas de plomo en la sangre por el uso de la “greta" (esmalte a base de óxido de plomo) para el brillo característico de las piezas. En respuesta a lo anterior, la Escuela Nacional de Cerámica, en alianza con la Fundación Diez Morodo y Conahcyt, y con ayuda de las y los pobladores de la localidad, logró la construcción del primer horno de leña comunitario para el mejoramiento de la alfarería en Tlaxcala, el cual reemplazará a los conocidos como hornos de botella. Este nuevo modelo de tiro invertido permite a las y los maestros alfareros controlar la temperatura mediante la ayuda de un termómetro y no “a ojo”, como se acostumbraba, evitando el contacto directo con el fuego y la inhalación de gases y vapores tóxicos derivados. Otra mejora es la quema uniforme de las piezas, lo que evita las mermas en su producción, garantiza un mejor rendimiento y, por ende, mayor calidad y ganancias. A su vez, se incentivó el uso de esmaltes y tinturas libres de plomo a fin de garantizar una mejora a la salud inmediata y futura. En la imagen, el joven alfarero Adbías Solano enciende el fuego para la primer quema del nuevo Horno de Tiro Invertido en La Trinidad Tenexyecac, Tlaxcala.
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LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Sin embargo, esta práctica ha acarreado daños a la salud como enfermedades degenerativas y cantidades altas de plomo en la sangre por el uso de la “greta" (esmalte a base de óxido de plomo) para el brillo característico de las piezas. En respuesta a lo anterior, la Escuela Nacional de Cerámica, en alianza con la Fundación Diez Morodo y Conahcyt, y con ayuda de las y los pobladores de la localidad, logró la construcción del primer horno de leña comunitario para el mejoramiento de la alfarería en Tlaxcala, el cual reemplazará a los conocidos como hornos de botella. Este nuevo modelo de tiro invertido permite a las y los maestros alfareros controlar la temperatura mediante la ayuda de un termómetro y no “a ojo”, como se acostumbraba, evitando el contacto directo con el fuego y la inhalación de gases y vapores tóxicos derivados. Otra mejora es la quema uniforme de las piezas, lo que evita las mermas en su producción, garantiza un mejor rendimiento y, por ende, mayor calidad y ganancias. A su vez, se incentivó el uso de esmaltes y tinturas libres de plomo a fin de garantizar una mejora a la salud inmediata y futura. En la imagen, Yusuke Suzuki, ingenieros cerámico e integrante de la Escuela Nacional de Cerámica, coloca piezas de prueba previo a la primer quema del horno de tiro invertido. FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

LA TRINIDAD TENEXYECAC, TLAXCALA, 21DICIEMBRE2024.- En la comunidad de La Trinidad, alrededor de 120 familias continúan el legado alfarero que las generaciones han heredado. Sin embargo, esta práctica ha acarreado daños a la salud como enfermedades degenerativas y cantidades altas de plomo en la sangre por el uso de la “greta" (esmalte a base de óxido de plomo) para el brillo característico de las piezas. En respuesta a lo anterior, la Escuela Nacional de Cerámica, en alianza con la Fundación Diez Morodo y Conahcyt, y con ayuda de las y los pobladores de la localidad, logró la construcción del primer horno de leña comunitario para el mejoramiento de la alfarería en Tlaxcala, el cual reemplazará a los conocidos como hornos de botella. Este nuevo modelo de tiro invertido permite a las y los maestros alfareros controlar la temperatura mediante la ayuda de un termómetro y no “a ojo”, como se acostumbraba, evitando el contacto directo con el fuego y la inhalación de gases y vapores tóxicos derivados. Otra mejora es la quema uniforme de las piezas, lo que evita las mermas en su producción, garantiza un mejor rendimiento y, por ende, mayor calidad y ganancias. A su vez, se incentivó el uso de esmaltes y tinturas libres de plomo a fin de garantizar una mejora a la salud inmediata y futura. En la imagen, Doña Clarita, cocinera tradicional y alfarera, prepara un pipián en una de las ollas moleras fabricadas en la localidad de la Trinidad Tenexyecac, Tlaxcala. FOTO: GALO CAÑAS/CUARTOSCURO.COM

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