Undécimo Encuentro Nacional de Fototecas. Más que balas, la fotografía de 1910

Por Anasella Acosta


PACHUCA, HIDALGO, OCTUBRE 2010–“Al fin”, suspiraron muchos investigadores en el Undécimo Encuentro Nacional de Fototecas tras el anuncio de la puesta en marcha del sistema de consulta en línea de gran parte del acervo fotográfico de la Fototeca Nacional, que realizó Benito Taibo, coordinador nacional de Difusión del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Y es que para consultar este acervo los investigadores debían sacar una cita y luego viajar a la ciudad de México o bien a Pachuca para ser atendidos en los módulos respectivos. Pero con la nueva medida, bastará con tener Internet e ingresar a la página de la Fototeca para revisar, en una primera etapa, alrededor de 350 mil imágenes de las 900 mil piezas que en total integran el patrimonio visual de México. El anuncio se realizó en este año centenario en que, dijo Taibo, todos los investigadores han buscado en los resquicios una foto inédita, “hasta de Zapata yendo al baño”.

El onceavo Encuentro Nacional de Fototecas se realizó bajo la denominación de Revolución e imagen. Y aunque no hubo la acostumbrada conferencia magistral, dictada por algún gurú de la fotografía, la realización de dos mesas integradas por destacados historiadores e investigadores de la imagen de la Revolución Mexicana fue disfrutable.

En la primera mesa titulada “El documento fotográfico en la Revolución Mexicana”  fue reveladora la presentación de Bernardo García Díaz, quien compartió el trabajo de recopilación de fotografías del movimiento obrero en Orizaba, Veracruz, que abarca desde los huelguistas de Río Blanco como referencia inicial y diez años más, durante los cuales la clase obrera vio en la imagen parte de su fuerza, pues cuando el movimiento fue retratado impactó, dijo García Díaz, en la autoestima de los trabajadores.

Así el esfuerzo obrero se hizo imagen y desfilaron ante los ojos de los espectadores marchas, plantones, pero también la construcción de escuelas, equipos de béisbol, bandas musicales, campamentos, ciclistas… En fin, la vida digna a la que tendría que tener acceso todo trabajador.

En esta misma charla, el historiador Miguel Ángel Berumen, contó la odisea y estrategia de realizar una exposición con sus propias imágenes, las cien que coleccionó ante la imposibilidad de obtener en préstamo algunas piezas por parte de las instituciones. Como propio curador de la muestra  dio algunas pautas para el replanteamiento del discurso fotográfico.

A su vez Rebeca Monroy relató sus avances en torno a la investigación de Ezequiel Carrasco como fotógrafo de la Revolución Mexicana. Y planteó que la Decena Trágica cambió radicalmente la manera de fotografiar de Carrasco, pues buscó mayor espontaneidad en la imagen captada,  situación que rompía con la acostumbrada foto de estudio o la tendencia pictorialista que entonces prevalecía.

En la mesa “La otra mirada: producción fotográfica durante la Revolución”, el historiador  Carlos Córdova hizo una revisión en torno al fotógrafo Henry Ravell, de cuya obra destacó la calidad textural sobre el valor óptico; la manipulación en el hacer fotográfico en busca de la obra de arte, el pictorialismo a través del cual cobra mayor consciencia la imagen latente, ese “hacer visible” que el consumo de cámaras en el presente, dijo Córdova, se ha empeñado en eliminar.

La historiadora Claudia Negrete  se refirió a  algunas tendencias de la fotografía de ese periodo de la Revolución en el que prevalecía el paisaje urbano, las imágenes publicitarias, la foto in situ. Y subrayó la imposición de los modos de representación de los viajeros europeos y estadunidenses, así como la tipología de lo mexicano y luego de la revolucionario, sin olvidar la herencia pictorialista decimonónica.

En su turno, José Antonio Rodríguez se refirió a la producción entre 1910 y 1920 que no tuvo que ver con las armas y los muertos: “en aquélla época no todo fueron balazos”, expresó. Tal afirmación fue respaldada por una ponencia en la que el historiador y crítico mostró un interesante desarrollo fotográfico en el terreno científico, en ámbitos como la astronomía y la biología.

Rodríguez también se refirió a esa necesaria “crítica de la cultural visual” que sea capaz de discriminar entre la variedad fotográfica en nuestros días.

Este año el Encuentro, cuyos anfitriones son el director de la FN, Juan Carlos Valdez, y la subdirectora, Mayra Mendoza, otorgó las medallas al Mérito Fotográfico a Julio Mayo —quien así sumó su segundo galardón en 2010, Cuartoscuro le otorgó en julio pasado la Cámara de Plata en reconocimiento a su trayectoria—, a Pedro Meyer,  y a Walter Reuter post mortem. El archivo fotográfico que este año fue merecidamente reconocido fue el Manuel Toussaint del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, que dirige Pedro Ángeles Jiménez, y que alberga un acervo rico, principalmente con temática artística.

De las presentaciones editoriales del INAH, de la Serie Testimonios del Archivo, sobresalió la investigación realizada por Alejandra Mora Velasco bajo el título Vendedor de ilusiones, en torno al retrato fotográfico amplificado y pintado, tomando como muestra la producción y comercialización en San Pablo Huitzo, Villa de Etla, Oaxaca.

También se presentó por segunda vez, la primera fue en Xalapa, Veraruz, el libro Carlos Jurado y el arte de la aprehensión de las imágenes, de José Antonio Rodríguez.

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Un comentario

  1. saludos amigos…
    Desde Venezuela un saludo bolivariano… soy tutor de un fondo fotografico «FOTOTECA VIRTUAL COMUNITARIA DE LA PARROQUIA LA PASTORA» ESPERO TENER CONTACTO SOBRE SUS GESTIONES ACERCA DE SU FONDO DOCUMENTAL FOTOGRAFICO…
    ATTE,

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