UNA MIRADA FAMILIAR PARA DESCUBRIR EL MÉXICO DE ANTES

Por Galo Ramírez
La oscuridad y el olvido mantuvieron en silencio la historia de una época. Negativos de vidrio o celulosa resistían el deterioro del paso del tiempo, se negaban a dejar escapar a las personas, lugares y sucesos que atraparon. Guardado celosamente por algunos de sus descendientes, el Archivo Rafael Gómez Lira (Tulancingo 1891-Ciudad de México 1989) sale ahora a la luz para describir una etapa de la memoria de la ciudad de México de principios del siglo xx.
Huérfano y en busca de trabajo, a sus escasos 12 años de edad tuvo la oportunidad de ingresar a American Photo Supply Company como ayudante general. Era 1903. La empresa fotográfica, ubicada entonces en la calle de Madero, en el ahora Centro Histórico de la Ciudad de México, se encargaba de vender material y equipo fotográfico tanto a profesionales como a aficionados. Ahí fue donde Gómez Lira absorbió todo lo que le enseñaban y aprendió a retratar, revelar, imprimir e iluminar al óleo, al grado que pronto se ganó la confianza de sus superiores y comenzó a escalar puestos.
La Decena Trágica ocurrida en febrero de 1913 obligó a varios de los establecimientos de la ciudad a bajar las cortinas. Una vez terminado el acontecimiento que derrocó al presidente Francisco I. Madero de la presidencia, Gómez Lira regresó a hacerse cargo de la tienda y del laboratorio, donde trabajó hasta 1957. A su salida de American Photo, Gómez Lira estableció su domicilio y estudio en el número 113 de la calle de Zacahuitzco, de la naciente Colonia del Carmen Portales, donde se dedicó también a documentar los alrededores de las que entonces eran llamadas “rancherías”. Por su experiencia en American Photo, Gómez Lira se dedicó entre 1965 y 1975 —contratado por Pascual Espinoza como laboratorista—, a hacer todas placas e impresiones de los fotomurales que se exhibían en los cines de México y Latinoamérica.
Fernando Rafael Gómez Reyes, nieto de Gómez Lira, explica que los tres hijos de su abuelo —Mario, Fernando y Eduardo Gómez Vargas— se dedicaron a la fotografía en diferentes aspectos y pusieron un estudio en la calle de Brasil, al que llamaron “Los tres hermanos”. Posteriormente, uno de ellos, Fernando, inauguró su estudio en el número 105 de la calle de Argentina. El “Estudio Fotográfico F. Gómez” estuvo en actividad de 1966 a 1980. Gómez Reyes decidió continuar con la dinastía y en la entonces lejana Iztapalapa abrió su estudio fotográfico en 1981, donde comenzó a trabajar con una cámara Speed Graphic. Luego le fue heredada una cámara Century de 1902, con la cual sigue retratando a personas oriundas de la demarcación.
El archivo de Fernando Gómez Lira está compuesto por centenas de fotografías estereoscópicas en soporte de vidrio, en los cuales se documenta el nacimiento de la Colonia Portales, la vida cotidiana en el centro de la Ciudad de México, los paseos familiares dominicales a Peña Pobre en Tlalpan o Contreras, o las salidas a nadar a La Viga, con lo que deja un retrato de la vida de principios del siglo XX. El fotógrafo tenía como afición la charrería e incluso llegó a ser presidente de la Asociación de Charros de la Viga en donde, aparte de fotografiar los festejos dominicales, documentó la vida cotidiana de las familias que se dedicaban al entonces llamado deporte nacional.
El responsable de que el archivo Rafael Gómez Lira no parara en un tianguis de pulgas se debe a su bisnieto Fernando Rafael Gómez Orrala quien, con la cosquilla de la curiosidad —y fotógrafo también— se puso a mirar los negativos en soporte de vidrio. Descubrió cosas que no conocía de su familia, se asombró al ver las grandes domingos familiares en Chapultepec o en Contreras y de ver a sus tíos vestidos de marineros. Le invadió la nostalgia el ver cómo la gente aún se movilizaba en trajineras en el entonces mercado de Jamaica, se llenó de orgullo al saber —a través de fotografías— que su bisabuelo fue un hombre querido y respetado en el mundo de la charrería.
Motivado así para no dejar en manos extrañas el acervo que por muchos años construyó su bisabuelo, primero convenció a la familia de que el archivo tenía una importancia histórica. Luego, con recursos propios, se las ingenió para digitalizar parte del archivo y, a través de redes sociales, comenzó a difundir otra mirada de la ciudad. Hoy se revelan decenas de fotografías e historias; el archivo está abierto para que otras miradas lo interpreten y le den una resignificación.
Mientras tanto, el estudio fotográfico de Fernando Rafael Gómez Reyes no ha bajado la cortina en la colonia Puente Blanco, en Iztapalapa, donde desde 1981 continua ofreciendo el servicio de fotografía a la comunidad… con una cámara Century de 1902. “Imagínate cuántos espíritus no tiene en sus entrañas esa cámara”, dice mientras contempla el gran aparato con que su abuelo construyó gran parte del archivo.
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