ROSTROS DE ÁFRICA

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Por Fernando Hernández
Los pueblos Masái Mara y Samburu son tribus nómadas que se desplazan tanto en Kenia como en el norte de Tanzania en la región llamada Serengueti. La mayoría de sus habitantes hablan maa, pero muchos se comunican con los visitantes en suajili y algunos en inglés.
Estos pueblos han sido castigados históricamente por el colonialismo y el sistema actual, a ser segregarlos a zonas determinadas para su movilización.
Desde que los alemanes –y, posteriormente, los británicos– administraron esta región africana, controlaron gran parte de la dinámica de esta población. Posteriormente, con la independencia de Kenia y Tanzania en la segunda de mitad del siglo XX, las políticas de estado afectaron la tradición del pastoreo que realizan estas tribus por creer que afectaba a la agricultura del país, lo cual después se comprobó que era falso.
Viven en comunidades llamadas manyattas, en casas construidas de paja, cartón y hierba seca. Las casas son colocadas de forma circular como protección mutua entre los integrantes, ya que por las características de la fauna suelen ser atacadas por animales, como leones o hienas.
Estas tribus se dedican principalmente al pastoreo de cabras. No existe la práctica de la agricultura por lo cual los vegetales, frutas y granos son poco recurridos en su dieta. La sangre y la leche de las cabras es su fuente de alimentación.
La circuncisión en los hombres es esencia principal del rito de trascendencia de hombre a guerrero, cargo que es de suma importancia.
Las normas sociales, así como las religiosas, permiten la poligamia, siempre y cuando haya un compromiso del hombre por mantener a las familias.
No existen escuelas en estas comunidades; sin embargo, la educación se dinamiza dentro de los roles comunitarios. Los ancianos forman parte de la base política para la toma de decisiones.
Estos pueblos se caracterizan por las formas coloridas y artesanales de decorar su rostro con perforaciones en sus orejas y collares en sus cuellos.
El acceso a estas comunidades tiene que ser con permiso especial por las autoridades locales y, por lo general, son muy hospitalarios con los visitantes.
El proceso para fotografiar a los habitantes de estas comunidades inicia con una diálogo para crear una empatía y comprender lo que es permitido hacer. Las mujeres inician con cantos en su lengua y, posteriormente, los hombres concluyen con el salto que demuestra la fuerza del guerrero.
 

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