Luis Juvera captura la belleza de lucha libre independiente

Texto y fotos por Luis Juvera
La lucha libre independiente es una fantasía tejida con héroes, demonios, dragones, quimeras y demás personajes del inagotable imaginario colectivo. El equipo es una suerte de segunda piel que, bañada en la adrenalina del cuadrilátero, da lugar a toda una mística entre el público y el luchador, reelaborada cada noche en el rito de la catarsis.
El tiempo se detiene entre la caída desde la tercera cuerda y el instante posterior en que todo se libera en un estallido: el “¡Chingas a tu madre!” es seguido por un intenso aplauso que premia un vuelo espectacular o por el éxtasis que provoca el guerrero creciéndose ante el castigo de una llave.
Un luchador es un ser cargado de emociones y de sueños sembrados en la infancia, que culminan entre las cuatro esquinas de ese espacio sagrado donde se desenmascara la verdadera personalidad del gladiador, permitiéndole comulgar con la magia de su profesión y el respeto de los espectadores.
[slideshow_deploy id=’62344′] Este héroe popular destella como un reflejo de la vida de muchos mexicanos que a diario buscamos salir adelante, la mayoría de las veces sin técnica pero con mucho esfuerzo; sin máscaras de fantasía pero con los anhelos atravesados que nos convierten en luchadores incansables. Al final del día logramos levantarnos de la lona para afrontar retos más rudos o rivales más fuertes que nos tienen viviendo al límite.
A los guerreros de la lucha libre independiente no los detienen ni las lesiones, ni el dolor, ni la tristeza, cuando la transformación toma lugar; este es el momento preciso para ajustar el último tramo de la agujeta de su máscara y adquirir capacidades míticas. Después, dispuestos a dejarlo todo en la lona, lucharán a dos de tres caídas por conseguir el invaluable apoyo del público.

Entre los gritos, las llaves y los empujones se percibe el olor al aceite con canela que abrillanta los cuerpos de quienes se baten en duelo por el amor a la lucha, por la adicción a encarnar las historias fantásticas que vibran con fuerza propia.
Fue el día en que crucé la puerta del gimnasio Konkreto, ubicado en el corazón de la Merced, y después de haber visitado varios gimnasios en busca de algunas tomas que mostraran esta hermosa tradición donde todo dio inicio y, sin imaginarlo, me adentré en un mundo del que muchos hablan, pero pocos conocen desde sus entrañas.
Es el barrio el que da vida, poder y magia a la lucha libre independiente; donde seres humanos se transforman en héroes o personajes míticos que los acompañan desde pequeños en forma de sueños.
Son los sueños los que encarnan sobre el ring una lucha diaria ante la realidad cruda de un país con hambre de sobrevivir; son los sueños los que dan fuerza y vida al luchador independiente que está en busca de ser ese personaje que siempre soñó sin importar el costo ni el camino que deba andar para conseguirlo.
Unos se quedan y otros se van… es un camino que se forja a golpes. Hay quienes le dan vida a la lucha libre y no son recordados; hay quienes llegan alto obteniendo lo que desde un principio buscaban, un aplauso o la tan preciada mentada de madre, que indica que lo han hecho bien.

La lucha libre es drama, es un constante esfuerzo por salir adelante. Y como tal, está llena de contrastes, de sabores y sinsabores, pero siempre permanece en ella el constante esfuerzo de sus guerreros por ser y perdurar.
A la lucha libre le dan color sus personajes; son ellos quienes iluminan y dan vida y crean un mundo lleno de tonalidades, de formas y texturas con su apariencia o personalidad. Durante tres caídas, el público se libera de cualquier problema, hace catarsis, engrandeciendo esta perpetua tradición mexicana.
Máscaras, capas, botas y equipos llenan de folclor y colorido a México y más, porque la lucha mexicana ha trascendido por el mundo entero, inmortalizando a una raza de guerreros de bronce que, a veces sufren pero siempre miran de frente al sol.
Es en la máscara donde radica el poder de la representación de seres inimaginables. Demonios, animales, deidades o personalidades que reflejan la pluralidad de un país lleno de contrastes. La máscara guarda los secretos y la esencia de la lucha libre mexicana.

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