LA LEYENDA DEL CABALLERO DE FUEGO

Texto y fotos: Maira Tulia Pérez Bocanegra
Desde hace 200 años, los habitantes del poblado de Nunkiní, Campeche, realizan con devoción y respeto una tradición heredada por sus antecesores: los mayas. Cuenta la leyenda que la epidemia de la viruela negra azotó al poblado. La enfermedad poco a poco cobró la vida de sus habitantes, quienes en un acto de desesperación imploraron con devoción la ayuda del santo patrono de Nunkiní, San Diego de Alcalá.
Los antiguos mayas hicieron el voto de erigir una figura humana para ofrendarla, bautizándola como “Uh Dzuli Ka’ak (Caballero de Fuego), además prometieron incinerarla el 13 de noviembre en la celebración del santo patrono. Días después de la ofrenda, la epidemia “milagrosamente” fue cesando hasta lograr su erradicación.
Es así como la leyenda se convirtió en una tradición viva como muestra de gratitud a San Diego de Alcalá. Los nunkinienses lo conmemoran dos veces al año: en abril y en noviembre, durante sus novenarios.
La “mestiza” es la pareja del “Uh Dzuli Ka’ak”, la cual fue elaborada y ofrecida con la misma fe a San Diego para combatir el cólera que azotaba en la región, a las mujeres, aproximadamente hace 40 años.
El señor Adriano Uc Naal tuvo la iniciativa de elaborar a la Dama de Fuego y es quien, junto con su familia, desde hace 30 años ha cumplido esa promesa. “María Bonita” es el nombre designado para ella.
Cerca de 120 socios anualmente participan en la elaboración del “Uh Dzuli Ka’ak”, bautizado como “Juan Norberto”, nombre mantenido con el tiempo, según marcan los manuscritos de cuando se elaboró por primera vez el muñeco y data del año 1818. En cambio; en el mes de abril el nombre se toma del santoral que corresponda al día en que se festeje. La figura está formada por madera, bejuco, alambre, papel y pólvora. La ropa y zapatos son regalados por las familias. El rostro del “Dzuli” es dibujado a mano, así como el paliacate con la figura de San Diego.
Aunque son los socios quienes participan directamente en la elaboración del Caballero, todo el pueblo colabora en veneración a San Diego de Alcalá. Por medio de las ofrendas al “Caballero de Fuego”, las familias del poblado cumplen sus promesas. Para ellos es un honor vestirlo y entregan la ropa que ataviará al “Uh Dzuli Ka’ak”; llevan animales, dinero, maíz o simplemente con lo aportado, ayudan a cocinar las comidas, (relleno negro o blanco y cochinita) que degustará el pueblo el día de la celebración.
Desde el 10 de noviembre inician los preparativos con la hechura del “Caballero” en la casa asignada por los socios, y finaliza el día del santoral a San Diego de Alcalá, el 13 de noviembre. Después de la misa al Santo Patrono, se realiza la procesión del “Uh Dzuli Ka’ak” por las calles del pueblo para dirigirse a la plaza. La “mestiza” hace lo propio y ambos son quemados en distintos momentos.
Así se cumple la promesa y veneración a San Diego de Alcalá. Para los nunkinienses es un acto extraordinario de fe y devoción en donde el mal sucumbe hasta hacerse cenizas. Es la victoria de Nunkiní sobre la mortal epidemia. Las cenizas “milagrosas” son empleadas para combatir males en la población. Los restos del muñeco, que sobreviven a la explosión son tomados por los más hábiles, y usados como “reliquias”.
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