Gabriel Figueroa Flores

recrea emociones a partir de la construcción digital de ciudades que emergen de su imaginación, y las hace palpables gracias a la deconstrucción de las fotos fijas, captadas en sus innumerables viajes, y a su consecuente reinterpretación como acontecimiento creativo.
Gabriel Figueroa Flores y los lugares prometidos
La invención de la arquitectura
Anasella Acosta
Quien ve estas construcciones invariablemente se pregunta ¿dónde es?, ¿existe?, ¿será cierto?
Invisibles para Italo Calvino y laberínticos reflejos para Jorge Luis Borges serían los lugares prometidos de Gabriel Figueroa, quien a partir de la Fotografía fija y empleando una técnica que nombra “gráfica digital” crea fantásticas ciudades.
Como un proceso de búsqueda, que si bien tiene asidero en la “atracción y el amor” por la imagen fija, pero que no se conforma, Figueroa alcanza, gracias a la imaginación, una peculiar expresión.
El artista no tiene duda: el fotógrafo propone puntos de vista, por lo que sus piezas son una reconstrucción de esas perspectivas en una síntesis que no refiere un lugar, sino una interpretación emocional de su estancia ahí: “No sólo estoy tomando fotos, procesándolas y exhibiéndolas, sino que es una construcción de la memoria ligada a una emoción”.
La obra es la proyección del artista, dice Figueroa:
“Hay veces que siento que los lugares son medio apagados o tristes o demasiado contemplativos, pero así soy. No voy a decir que sea lo mejor de mí, pero eso es lo que me sale”.
Con este trabajo el también cineasta confirma que la era digital abre la posibilidad de que la Fotografía se construya y lea desde otras plataformas, donde la ficción y la realidad ya no tienen una frontera muy clara.
Muchos espectadores podrían dar por hecho que esos lugares existen, y es que el artista apela a una interacción y complicidad: “quien ve estas construcciones casi invariablemente duda, se pregunta ¿dónde es?, ¿existe?, ¿será cierto?”
Detrás del trabajo de Figueroa hay una tradición visual que el mismo artista refiere: el italiano Giambattista Piranesi, quien probablemente haya sido el primero que reivindicó como cosas hermosas las ruinas romanas. Luego siguió Canaletto, que vio la arquitectura como gran inspiración; surgieron las veduttes, las vistas; y Piranesi lo llevó más allá, a Los caprichos, que eran vistas de ciudades que no existían, con cinco obeliscos, dos arcos, un río pasando por en medio. Figueroa remata con M.C.
Escher y sus construcciones en el dibujo, para basar sus propias creaciones imposibles en fotografías”. Dentro de sus actividades como cineasta Gabriel Figueroa Flores realizó el año pasado el documental Un retrato de Diego, la revolución de la mirada, que es para los amantes de la imagen una enseñanza en todas sus formas.
Figueroa considera que es “muy difícil hacer cine en México pues a la incomprensión, se suma la falta de dinero, apoyo y conciencia histórica de los mexicanos que padecemos la colonización de una mentalidad gringa vulgar”.
Para el artista el principal obstáculo del cine es la política cultural de este país que desde hace tres o cuatro sexenios no toma en cuenta al cine como plan estratégico. “No es que no haya recursos, es que es un plan totalmente amañado para no decir lo que está pasando, estamos todavía en esta adolescencia de negar nuestra realidad”.
“El documental está ganando muchísimo terreno, porque es una contraposición con toda la ficción chapucera, y no tiene vuelta de hoja, es un punto de vista claro”, expresa.
Las imágenes de las ciudades de Figueroa se recopilaron en el libro Lugares prometidos, publicado por Artes de México, Colección Luz Portátil, en 2007. A mediados de octubre de este 2008, se exhibirán las piezas en la galería Azora, de Tucson Arizona.

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