Fotografía & violencia. Estética de la violencia, el matiz de la desgracia

Lolita Castelán
 
 

©Fernando Brito. De la serie "Tus pasos se perdieron con el paisaje"
 

La cotidianidad de la violencia ha dado la pauta de la búsqueda creativa. Ya no basta retratar un ejecutado. El desarrollo de la fotografía, el estudio e investigaciones sobre la misma y sobre el propio fotoperiodismo aportan herramientas al fotógrafo que en algunas ocasiones —cuando el tiempo y la condición de seguridad es propicia— le permiten emplear con eficacia el lenguaje de la luz y el de la fotografía en general en la captura de escenas, cuya intención ya no es el mero registro, sino la comunicación de un punto de vista respecto de una determinada circunstancia.
La objetividad en fotoperiodismo por fin cedió. No así la ética que se resiste a pesar de los penetrantes hilos de la corrupción, y que es alfiler con el que se sostiene una esperanza, débil si se quiere pero aún esperanza.
El trabajo de muchos fotoperiodistas ya da cuenta de una evolución en las maneras de mirar, no sólo de quien produce las imágenes, sino de quien las contempla, pues tan conocida es la cruda realidad que ahora basta con sugerirla, con apenas mostrarla. La preocupación se centra más en las atmósferas, los contextos, las perspectivas. Después de imponerse a ocho columnas el material explícito cede terreno a la sugerencia, la sensualidad parece imponerse a lo pornográfico, claro siempre existirán, por fortuna, todos los caminos para los públicos de “amplios criterios”.
El ejemplo más reciente es el de Fernando Brito, quien trabaja para el periódico sinaloense El Debate, y quien lleva años construyendo la serie Tus pasos se perdieron con el paisaje, donde los ejecutados parecen integrarse en parte de atardeceres soleados o amaneceres nublados, creando así su discurso visual sobre la realidad que percibe. Un punto de vista crítico desde la ironía. Con este trabajo Brito abrió nuevamente las puertas a los fotoperiodistas en la Bienal de Fotografía, en cuya edición más reciente fue uno de los ganadores.
El propio lenguaje fotográfico parece tener las claves para resolver las acusaciones que se le imputan a la divulgación de la imagen considerada violenta por su condición explícita: las tonalidades, las sinécdoques, los puntos de fuga, las perspectivas, los ángulos, y en su conjunto todos esos y otros elementos por parte de quienes saben emplearlos y poseen esa cualidad de saber ver, hacen innecesarias las tomas explícitas: los rostros, las entrañas, el cerebro.
Los hilitos de sangre en determinados contextos parecen ser más evocadores y propiciar más la reflexión que las vísceras regadas en el pavimento.
Y qué mejor que incitar el pensamiento a menguar su ejercicio con ideas acabadas. El poner en práctica ya ha comenzado. Lo que lamentablemente parece no tener fin es el correr de sangre. La foto puede matizarse, no así las muertes derivadas de la violencia que siempre serán desgarradoras, sugeridas o no por la fotografía. Eso por desgracia no lo cambia la imagen. Así, hay una razón que permite afirmar que la violencia no tiene origen en la imagen. Habrá que buscarlo en otra parte, pues no hay formas aún de matizar la realidad, esa está ahí con sus más de 34 mil muertos.

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