Flor Garduño: Constructora de imágenes


Flor Garduño, constructora de imágenes
Por Anasella Acosta


No. La fotografía no es el fin –afirma contundente Flor Garduño (Cd. de México, 1957)–, el fin es la posibilidad de entrar en contacto con uno mismo. La fotógrafa no deja lugar a dudas, pues su trabajo tiene lugar más allá del “instante decisivo”, de la inmediatez; anida en sus recuerdos, sueños, y disposición y preparación constantes para el encuentro con la imagen, la que puede o no culminar en el terreno físico por medio de la fotografía.
Garduño celebró recientemente tres décadas de quehacer fotográfico. En 2011, las puertas del Colegio de San Ildefonso se abrieron para acoger la exposición Trilogía, una selección de 96 fotografías agrupadas en tres temáticas constantes en su hacer: Mujeres, animales y “naturalezas silenciosas”, como llama a los objetos con los que construye sus imágenes.
En entrevista con Cuartoscuro, esta fotógrafa mexicana radicada en Suiza –cuyos trabajos forman parte de colecciones de museos y galerías en Bélgica, Alemania, Francia, Israel, Suiza, Estados Unidos y, por supuesto, México– explica: “Para mí es válido componer las fotos, integrarlas; tengo muchas imágenes, algunas las he tomado de forma directa, pero la mayoría son creadas; no importa cómo vengan porque finalmente son proyecciones, autorretratos, autoprotecciones; es un juego, parte del alma, de la vida de uno, cuestionamientos, obsesiones recurrentes, espacios vacíos, espacios que llenar…”
Alumna de Kati Horna en la Academia de San Carlos, asistente en el laboratorio de Manuel Álvarez Bravo y ayudante de Mariana Yampolsky en la Secretaría de Educación Pública, Garduño abunda sobre su concepción en torno a la fotografía: “Es un instante cuando se toma, pero hay muchas fotos que permanecen dentro de uno, dentro de recuerdos y sueños que quedan a la espera un tiempo considerable antes de tomar cuerpo, de ser materia física. Tengo imágenes que han venido, y han pasado años para ser foto”.
Respecto de la influencia de fotógrafos tan destacados en su vida comenta: “Todos tenían una pasión. Había pasión desenfrenada en Mariana y don Manuel por hacer libros, eso lo heredé; para mí lo más importante es hacer libros de buena calidad, porque a través de los libros uno se perpetua, quizá es una especie de vanidad, un no morir del todo. Para mí los libros son la manera mejor de llegar a mayor público; las exposiciones pasan, el libro queda”.
Dice que lo que la unió con esos tres personajes de la fotografía fue “que había una honestidad y una búsqueda de hacer en la vida; ellos hacían lo que querían; no había concesiones en eso; no hacían algo que no les gustara pero lucharon para tener esa libertad”.
La fotógrafa hace un balance de la actual producción fotográfica: “Me parece que hay poca cultura de la imagen y hay muchas fotografías y fotógrafos; una cámara digital proporciona muchísimos cuadros en media hora; hay una competencia despiadada, y no hay tiempo suficiente para asimilar y meditar las imágenes que se toman; cuando se trabaja en analógico uno se espera 10, 15 minutos en el revelado, secado, lavado, etc.”
¿Por qué es importante ese tiempo de espera?
Un maestro de dibujo japonés que tenía en San Carlos nos platicó que para hacer los dibujos en tinta china gestuales, smileys, había que diluir de manera especial las pastillas para preparar la tinta; el tiempo que transcurre para que la tinta ya esté lista es el tiempo necesario para que tu corazón también esté listo. Yo he experimentado que uno tiene que tener el corazón listo y preparado para trabajar; estar preparado emocional y afectivamente para poder retratar algo más que el bulto.
¿Piensa que tiene un lenguaje diferenciado de lo que hace un hombre o la visión de género queda fuera?
Para mí, la mirada de una mujer es de una mujer, la interpretación y aproximación es diferente a la de un hombre. No es que seamos mejores o peores pero no somos iguales; yo que trabajo el desnudo, por ejemplo, de ninguna manera me acercaría como lo hace Newton, no podría, para mí es muy violento, aunque son fotos hermosas. En los desnudos con mujeres hay otra aproximación; los hombres los afrontan de otra manera, no es mejor ni peor, sólo es diferente. Para mí sí hay otra sensibilidad.
¿Qué le han dicho esas “naturalezas silenciosas”, esos objetos ahora animales, luego cristales, lienzos… a lo largo de 30 años?
Me han permitido conservar una parte de niña, conservar el juego, porque realmente me divierto y tengo un pretexto que me permite ir a la búsqueda de objetos que me gustan.
¿Cómo se define una metáfora en lenguaje fotográfico?
Es una imagen, que se encuentra o construye en un espacio determinado, es una especie de haiku.
¿Flor Garduño es constructora de haikus?
Eso no lo podría decir yo.
Garduño confirma la madurez de su actividad creativa y, a 30 años de labor, sabe que hoy le corresponde una etapa de mayor serenidad y goce: “Uno debe estar en el ahora, aun en las circunstancias difíciles del trabajo, y debe aprovecharlas con más alegría. La diferencia de esta exposición y libro con otros es que lo gocé, ya no sufrí a pesar de los momentos de incertidumbre. ¿El pendiente? Es algo a lo que no quiero entrarle todavía, es qué voy a hacer después… Todos los cambios son benéficos”

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