EL MONASTERIO DE AKADEMGORODOK

Entrevista por María José Martínez

Al imaginar un sitio lejano en el planeta Tierra quizá percibamos mentalmente un lugar estepario, inhóspito, casi desértico, como lo es la desolada y distante Siberia, en Rusia. Un país remoto, si tomamos como referencia las más de 18 horas que tendríamos que invertir para llegar de México a Moscú… un viaje inaccesible quizá para la mayoría.

“Akademgorodok” es el nuevo fotolibro de Pablo Ortiz Monasterio, está editado por RM y es producto de un viaje a Siberia en el marco de la pasada Cumbre del G20 en Rusia 2014. En sus páginas se muestra la visión científica de los resquicios de una Rusia en plena carrera espacial, nuclear y armamentista. Akademgorodok es conocida como “la ciudad de los científicos” y significa «Ciudad Académica» en ruso.

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Portada del libro «Akademgorodok» con fotografías de © Pablo Ortiz Monasterio

El fotógrafo fue invitado por los organizadores de la Cumbre del G20 para fotografiar lo que fuera de su interés en aquel país, uno que fue protagonista de la Guerra Fría, el comunismo, la Perestroika y el Glásnost, Mijail Gorbachov, la escuela de gimnasia y ballet ruso, las matrushkas, el vodka y los “gulag”… como se le conoció a los campos de concentración soviéticos en Siberia.

“Me invitaron para que hiciera una proyecto fotográfico paralelo a la reunión de mandatarios del “Grupo de Los 20”, las veinte economías más grandes del planeta, en donde me dieron total libertad para fotografiar…”, hace una pausa, y pronuncia lo siguiente imitando el acento ruso,  continúa “the g-r-r-r-eat russia”, la gran Rusia, en español, haciendo énfasis en las “erres”.

Un amigo fotógrafo noruego fue quien lo recomendó con el comité del G20, “una comedia de equívocos”, como él se refiere a esta anécdota. “Este fotógrafo tenía un libro mío, y así fue como me llamaron, extendieron la invitación formalmente y me preguntaron ‘¿qué es lo que quieres fotografiar?’”, dice el fotógrafo quien pidió tres días para pensarlo.

La primera idea surgió de un libro del catalán Joan Foncuberta, referente a uno de los libros preferidos de Pablo, “Sputnik”, producto de un viaje a Moscú que el artista y ensayista especializado en fotografía realizó gracias a una beca que ganó en 1990. “Sputnik” fue un proyecto ficción en donde el investigador utilizó fotografías, trajes y objetos de la carrera espacial para recrear la supuesta historia de la primera iniciativa de la Fundación Sputnik, un organismo creado (todo esto en la cabeza de Fontcuberta) para rehabilitar la memoria histórica y la divulgación del programa espacial soviético.

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Del proyecto fotográfico «Akademgorodok» / Foto © Pablo Ortiz Monasterio

Pablo quería fotografiar algo referente a la carrera espacial rusa, para quizá, en alguno de los perros de las calles de Moscú, encontrar a Laica, la perra cosmonauta y el primer ser vivo que fue puesto en órbita en el espacio exterior dentro del Sputnik 2. “Si Fontcuberta lo había hecho en ficción, yo quería hacerlo en documental”, subraya. Pero no, recibió una negativa por parte de los organizadores por clasificarse como “secreto de estado”. Las siguientes ideas fueron fotografiar submarinos nucleares, rompehielos, “algo hi-tech soviético”, como él dice, pero también el secretismo ruso lo impidió.

Ignorante en temas soviéticos, como él se califica, le llamó a un fotógrafo de la Agencia Magnum que había estado trabajando en Rusia. “No quería fotografiar a la Rusia europea, quería algo más exótico como Siberia o las repúblicas del sur cerca de Kasajistán, finalmente decidí que quería ir a Siberia: la zona de mayor densidad chamánica del planeta”, explica que esto se refiere a que el territorio siberiano es donde existen más chamanes por metro cuadrado en el mundo. Este era un tema que Pablo había trabajado previamente en México, chamanismo en los grupos huicholes, tarahumaras de Chihuahua, y con los huaves de Oaxaca. Pero ese tampoco fue el tema final de Pablo…

Después de 40 horas acumuladas entre vuelos, algunos cancelados, llegó a Siberia. Esa noche, relata, alrededor de las nueve, cuando aun había luz porque en Siberia la mitad del año las noches son blancas,  le llamaron y le dieron la noticia: “Descansa porque mañana te vamos a llevar a ver un auditorio, ¿un auditorio?”, preguntó escéptico, “así que al día siguiente llegué, vi el auditorio, muy soviético, dentro de una ciudad que había sido construida sólo porque el transiberiano pasaba por ahí”. Nada espectacular, quizá, aunque no se había percatado de que lo que estaba frente a él, sería su tema fotográfico.

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Del proyecto fotográfico «Akademgorodok» / Foto © Pablo Ortiz Monasterio

Esta ciudad, Akademgorodok, cercana a la lejana y fría Novosibirsk, es la urbe científica del país soviético, una especie de “colonia hippie (…) cuyo objetivo principal sería la dedicación plena a las ciencias” en la década de los sesenta, como hace referencia José Manuel Prieto en su texto “Luz Atómica”, que acompaña a las fotografías de Pablo en el libro homónimo.

Pablo seguía con la idea de ir a las comunidades en donde encontraría a los chamanes de Siberia cuando Pavel, el encargado de relaciones públicas durante ese viaje, le dijo “¿porrr qué no quisiste entrrrarrr?”, entrar a dónde, preguntó Pablo. El ruso Pavel se refería a los laboratorios científicos de Akademgorodok, construidos bajo tierra.

En cuanto vio la primera máquina, una que tenía las siguientes dimensiones: 15 metros de altura, 40 metros de largo y de ancho 20, con tubos de colores neón, y estrambóticos, que corrían de un lado a otro del salón, se asombró por su enormidad. Fue ese el tema que quiso fotografiar… en medio de una ciudad gris como lo podría ser la gélida Siberia, descubrió una paleta de colores inusuales que activó su impulso fotográfico; el mismo espacio siberiano que en los meses de primavera explota en vida con cientos de mariposas cruzando el viento y flores que invernaban meses atrás. Era la primera vez en la historia que alguien fotografiaba Akademgorodok, esa reliquia viviente de la Guerra Fría.

“La realidad no se repite”, dice Pablo, quien por vez primera entró con una cámara fotográfica para encapsular las imágenes de la Rusia científica, una que en esos 11 días de proyecto fotográfico se sintió huraña para él. “Los científicos no querían ser fotografiados (…) a pesar de esto, fue esa fuerza tremenda de un nivel científico que me llevó para allá». Fue la atracción de aquella ciudad que atrapó a Pablo Ortiz Monasterio, la misma urbe que llegó a albergar en su apogeo a 65 mil científicos, incluyendo a sus familias.

Actualmente la «Ciudad Académica» cuenta con cuarenta institutos-laboratorios en donde existen máquinas aceleradoras de particulas que trabajan a más de 4 mil 800 grados centígrados para lograr encapsular la energía nuclear de un átomo.

«Akademgorodok» está editado por Conaculta y Editorial RM gracias al apoyo del Programa de Coediciones 2014 de la Dirección General de Publicaciones de Conaculta. La presentación oficial se llevará a cabo, con presencia del autor, el miércoles 22 de abril a las 12:00 horas en la Facultad de Ciencias de la UNAM, Auditorio Carlos Graef, en Ciudad Universitaria.

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Del proyecto fotográfico «Akademgorodok» / Foto © Pablo Ortiz Monasterio
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Del proyecto fotográfico «Akademgorodok» / Foto © Pablo Ortiz Monasterio
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Del proyecto fotográfico «Akademgorodok» / Foto © Pablo Ortiz Monasterio
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Del proyecto fotográfico «Akademgorodok» / Foto © Pablo Ortiz Monasterio
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Del proyecto fotográfico «Akademgorodok» / Foto © Pablo Ortiz Monasterio
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Del proyecto fotográfico «Akademgorodok» / Foto © Pablo Ortiz Monasterio

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Un comentario

  1. Solo puede haber un José Prieto especialista en el tema. José es un poeta, investigador, excelente vidente y escritor. Toda mi admiración. Atte Rubí Fernández.

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