EL FOTOPERIODISMO REQUIERE PASIÓN, TRABAJO Y UN BUEN PAR DE TENIS

Por Carolina Romero
De alguna u otra forma, Rodrigo Cruz siguió un sueño que tenía desde niño: ser pintor. Sin embargo, las herramientas que utiliza hoy en día para plasmar imágenes en papel no son los óleos, godetes o pinceles… sino su cámara y luz.
Cuando Rodrigo tiene la imagen justo en la mira del visor de su cámara, situaciones difíciles como las que viven los jornaleros agrícolas en Sinaloa, los migrantes nacionales e internacionales en toda la república mexicana y los mineros ilegales en Perú se congelan para convertirse en fotografías de denuncia.
Para el fotoperiodista mexicano, quien siempre ha trabajo de forma independiente, su oficio requiere de mucha pasión “porque esta profesión no es fácil, es un maratón; los que somos independientes no podemos quedarnos sentados esperando la quincena, tenemos que estar trabajando todos los días: hay que vender nuestro trabajo, colocarlo, publicarlo y difundirlo”, comenta.
En la fotografía, la posibilidad de componer imágenes que cuenten historias y sinteticen lo que está viendo, “se debe elegir el momento y entonces dar el clic”.
“Algún fotógrafo decía que para ser fotoperiodista se necesita un buen par de tenis porque se pasa mucho tiempo en la calle; para mí, después se requiere de una buena educación visual conjuntada con comunicación, pero primero tiene que haber un interés muy fuerte por contar la vida de los demás”, añade.
Rodrigo descubrió en la fotografía un camino por el que ya había transitado antes en sus clases de licenciatura, pero que nunca sobrepasó su inclinación por la pintura hasta que comenzó a trabajar en un proyecto de la UNAM donde hacía video y fotos para Internet.
Sin embargo, su vida cambió cuando se sumó a un proyecto de la organización guerrerense Tlachinollan; en el cual, comenzó a dar talleres de video en comunidades indígenas para que los pobladores denunciaran abusos o violaciones a sus derechos.
Desde entonces, su mirada y los temas que ha perseguido han sido publicados en diarios internacionales como el Washington Post, The Wall Street Journal y, desde hace siete años, en el New York Times.
Como periodista independiente, para Rodrigo es importante lograr buenas fotografías, pensadas y que ayuden a construir un discurso para así dar a conocer su trabajo ya sea a través de concursos, publicaciones o diferentes proyectos en colaboración con instituciones.
“La meta no es trabajar los temas para ganar concursos, pero a veces ayuda porque este medio es muy competitivo y tiene que estar uno presente”.
Al formar parte de Foundry Photojournalism Workshop, Rodrigo ha buscado ayudar a las nuevas generaciones de fotoperiodistas alrededor del mundo desde distintas trincheras.
En un principio, su trabajo consistía en hacer los contactos para agilizar el desarrollo de los temas que los alumnos querían trabajar. Ahora, como tallerista, busca enseñar a los fotógrafos a desarrollar la habilidad de encontrar las fuentes necesarias para llevar a cabo sus proyectos.
“Yo quiero apoyar a las nuevas generaciones, hacer más corto su camino de aprendizaje y compartir lo que he aprendido en mi carrera (…), y más en este contexto de violencia, es muy importante enseñarles a cuidarse y tratar de hacer que el fotoperiodismo en México se vuelva más profesional”, apunta.
Para Rodrigo, Foundry es una fiesta que “une mucho al gremio, en donde hay mucho apoyo y las amistades se quedan. Después, cuando vas a algún sitio, sabes que vas a contar con ellos, que te van a apoyar, además de que es interesante ver lo que están haciendo otros fotógrafos en el mundo”.
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